el regreso de juan

'Cajas cromáticas', de ADN, fue una de las canciones favoritas de los miles de jóvenes montevideanos que se sumaron en el verano de 1986 al furor del compilado Graffiti, donde también debutaban Los Tontos con 'Himno de los conductores imprudentes', Los Traidores con 'La lluvia cae sobre Montevideo', Zero con 'Riga' y Los Estómagos metían la versión del tango 'Cambalache', de Enrique Santos Discépolo. El puñetazo new wave del grupo liderado por Juan Berhau derivó rápidamente a un rock político con una pátina oscura y baladística, consumado en el elepé Cerca del fuego, en el que Berhau contó con la complicidad de Carlos Rafols en bajo, Nino Cairoli en batería y Sergio Schellemberg en teclados.
ADN pasó a mejor vida, y dos de sus integrantes –Rafols y Schellemberg– pasarían a formar parte central de la historia de La Trampa. Pero, y sobre todo, el linaje ADN-La Trampa tiene también mucho que ver con el pulso de Berhau como escritor de canciones, en una búsqueda que excedía los tópicos ochenteros en canciones muy logradas como 'Blanca' y Cerca del fuego'. Pese a que desapareció como autor y protagonista de la escena musical, dejó una marca, lo que hace que su regreso este año, al frente de Inverosímil, permita el reencuentro con una voz más que importante en la familia rockera montevideana.
Eso es lo que se percibe con la simple escucha de 'Como prisión', la canción que abre Lo que más duele, o con la poderosa tensión dramática de 'Falsos árboles de plástico' (versión libre sobre un tema de Radiohead). Son canciones en presente, desencantadas, guitarreras, con arreglos abiertos a derivaciones de rock épico y de banda que sabe manejarse entre el grunge y el indie-rock, y que culminan el recorrido en el final hard de 'Lo que más duele', una canción de esas que golpean y provocan hasta al más distraído.

¿Cómo se vinculan o no las nuevas canciones con las que escribiste para ADN? ¿Qué cambio notaste en tus caminos creativos?
Ya desde los años 90, en proyectos de bandas que no lograron funcionar, empecé a transitar por un camino menos social y a tener más una mirada más introspectiva. Creo que en esto tuvo mucho que ver la decepción ante la conducta de algunos sectores políticos de izquierda. Algunas canciones tienen un tono más personal, y otras tocan temas tales como el poder y hasta dónde no somos nosotros mismos los que reproducimos sus estructuras. Este cambio de mirada incidió también en lo musical. Me sentí con mucha más libertad en cuanto al estilo.  Al no tener que seguir un movimiento, dejé salir algunas voces a las que antes dejaba de lado. Mucha gente me dice que la esencia ochentera sigue ahí. No sé. No es algo buscado ni me preocupa. Más allá de lo que compongo, en Inverosímil cada músico le agrega su impronta, y el resultado final nunca es exactamente lo que yo me había imaginado, con los pros y contras que pueda tener eso. Lo cierto es que el sonido del disco es un sonido potente y diferente, y eso me gusta mucho.

Inverosímil muestra un sonido rockero, más setentoso a veces, lejos de toda new wave.
El sonido rockero y setentoso de Inverosímil tiene más que ver con los arreglos de la banda que con mis composiciones. Tenemos una negociación en la que yo aporto los temas y luego vemos hasta dónde entran los arreglos que se proponen. En la banda se ha juntado gente que viene del heavy metal, el grunge, el jazz y del rock de los 80, como yo. De todas maneras, siento que lo que compongo ya no posee el color de la new wave y va más por el palo de lo que llaman música indie, sea lo que sea que eso signifique. Pero una vez que el tema entra a la banda, se va vistiendo de otros matices, otras texturas, y el producto final tiene ese sonido potente que caracteriza a la banda.

¿Cómo te sentiste en los primeros toques, en el asunto de volver?
Volver fue todo un tema. A pesar de que durante todos estos años estuve picoteando y presentándome de forma intermitente, volver a armar una banda para regresar a escena no estaba en mis planes. Ya me había hecho la idea de tocar como solista cuando me picaran las ganas y seguir así hasta que me cansara. Volver a la rutina de los ensayos con otros músicos, tocar otra vez en escenarios rockeros, juntarme con viejos camaradas, en fin, volver al ruedo, aunque sea en una dimensión más pequeña que la que tuvo ADN, es una experiencia que tengo que agradecer. ¡De darle de comer a las palomas en la plaza pasé a vestirme de negro otra vez! Luego de un proceso demasiado largo, a mi parecer, estoy cantando súper a gusto y pude sumar un montón de recursos que en otros estilos y bandas no podía desplegar. En fin, estamos para explotar.

De hecho, son 30 años entre Cerca del fuego, el disco que publicó ADN, y este regreso con Inverosímil. ¿Qué pasó en tu vida?
Cuando terminó ADN, decidí estudiar antropología y luego dedicarme a la profesión, hasta que en el 2004 Juanji Gentile vino a alterar mi paz interior y armamos una banda, Dolby, de la que tengo un gran recuerdo. Algunos de los temas de Lo que duele más son de esa época. Luego vino otro paréntesis hasta que, allá por principios de 2011, y con la manija de una compañera de docencia de la facultad, comencé a tocar en forma solista, sin ningún tipo de expectativa, en un espectáculo que se llamó In Berhau Simil. De ahí viene el nombre actual de la banda. Y bueno, luego se fueron sumando músicos al proyecto; algunos quedaron y otros no. Cuando quisimos acordar estábamos, allá por 2013, tocando como banda. Desde ese año hasta el presente, con muchos altibajos, llegamos a grabar el disco y acá estamos, con un disco entre las manos y en esta banda en la que me acompañan Gerardo Peón en bajo, Damián Montes de Oca en guitarra y Pablo Rey en batería.

La canción que abre el disco, 'Como prisión', es de las que se pegan en una primera escucha, de las que hablan directo. ¿Cómo salió?
'Como prisión' ya tiene unos cuantos años. Es uno de mis hijos predilectos. La armonía y parte de la melodía salieron como por un tubo, en un solo día. ¡No podía parar de tocar la guitarra! Tiene un color un tanto oscuro, que luego se dulcifica en el estribo, y eso es algo que me gusta mucho. Después probé escribir una letra y me di cuenta de que estaba en problemas: no me gustaba nada de lo que escribía. Tanto es así, que pasaron meses y seguía sin poder terminarla. Después, como con tantas otras cosas, la vida misma me dio el material que precisaba y, ahí sí, me dejó tan contento la letra como la música.

¿Por qué elegiste poner 'Lo que duele más', el tema más duro, hacia el final del disco?
'Lo que duele más' es una certeza porque todos, hasta cierto punto, escondemos lo que nos duele más. Es el tema más duro, más rockero. Habla de las contradicciones entre lo que queremos, lo que realmente hacemos y cómo lo hacemos. Es catarsis pura. Cuando estábamos armando el tema nos dimos cuenta de que con ese sonido tan despojado la segunda guitarra no estaba aportando mucho. Entonces asumimos tocarlo como power trio y que me dedicara a cantarlo sin tocar nada. Así se reafirmó más su componente catártico y se consolidó como “el tema que hay que tocar al final” que toda banda debe tener.

Y después del final viene un inesperado bonus track en el que hacés una relectura de 'Revolution', de The Beatles.
 Lo del bonus track salió con naturalidad. Desde su origen coqueteó con tocar la temática social pero desde otro ángulo, desde una autocrítica, desde una burla a nuestras propias costumbres. La música que elegí fue una parte de 'Revolution', un tema que me encanta y al que, con todo el respeto del mundo, le puse una letra más acorde con nuestra sociedad actual. La frutillita de la torta fue incluirlo como grabación casera –de hecho lo es– y con coros hechos por la barra de amigos que ese día nos acompañaban en el ensayo. Fue también un poco por los viejos tiempos “revolucionarios”.

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